viernes, 9 de noviembre de 2007

ENDINGS III


Probablemente el aspecto más llamativo, estructuralmente hablando, del relato posmoderno es el relativo al final de las historias. Esta categoría es fundamental en casi todas las teorías semióticas, recordemos que para Lotman el final es el punto destinado a corroborar, aceptar o negar los códigos –culturales, formales, sociales, estructurales—de la totalidad del texto literario, en el caso de los considerados como textos posmodernos, Zavala introduce el concepto de epifanía. Mientras que en la tradición clásica los finales de los relatos poseen una clara función aleccionadora, anecdótica, capaz de educar o transformar a los lectores, mediante epifanías lógicas que revelan “verdades epistemológicas”, y en los relatos modernos esto se sustituye por la noción de epifanías sucesivas o implícitas que se neutralizan o se contraponen, admitiendo varias verdades, posiciones distintas, distintas ideologías, en el caso de los considerados textos posmodernos, se pueden presentar ambos casos –siguiendo con esa hibridación--, con epifanías textuales o metatextuales, que sólo se convertirán en realidades narrativas en relación con las competencias, conocimientos y capacidades del lector, además de su contexto histórico. De este modo: “La intención de esta voz narrativa (narrador) suele ser irrelevante, en el sentido de que la interpretación del cuento es responsabilidad exclusiva de cada lector(a)” y el final podrá parecer aparentemente epifánico, aunque irónico. A esto hay que sumar el marcado carácter metonímico de la literatura clásica, el metafórico de la moderna y la pérdida de una clara intención en el relato posmoderno, mediante representaciones más bien “engañosas”:

Una lectura posmoderna de Queremos tanto a Glenda, Mauricio Zabalgoitia


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